Mi primera thermomix me la regaló mi suegra, justo cuando me quedé embarazada.
Afirmaba con una pasmosa convicción que la usaba todos los días en la cocina y que era la mejor forma de hacer papillas. Mi suegra, más conocida en terrenos familiares como Abucá, es una gran cocinera y una gran abuela y tiene gran interés en nutrir a todo el que entre por la puerta de su casa.
Así que, a pesar de que siempre he sido un poco escéptica en llenar mi cocina de cacharros, recibí el regalo con ilusión, dado el Curriculum vitae de la persona que me lo regalaba y recomendaba con tanta pasión.
Esa thermomix hizo las papillas de mis tres hijos, que he de confesar, también me comía yo a escondidas, algo avergonzada de que me pillaran con comida de bebé.
Pero es que estaban muy ricas. De hecho, mira, ahora que estoy escribiendo esto igual hago unas.
El caso es que pronto se convirtió en un elemento imprescindible en mi cocina y empecé, como había predicho mi suegra, a utilizarla todos los días.
Un buen día, ya con mis hijos adolescentes, el aparato se rompió. Y esta vez fue mi padre el que me regaló una nueva thermomix, dada mi cara de desolación ante tamaña pérdida.
Los motivos por los que este aparato ha triunfado estoy convencida que son dos: por un lado es un aparato robusto que dura y hace bien su trabajo. Me duró la infancia de tres niños a uso diario.
Pero por otro tiene una ventaja maravillosa: da órdenes claras y concisas.
Tienes tres parámetros, tiempo, temperatura y velocidad y un peso incorporado.
Pues en cada receta de las muchas que tiene, te dicen exactamente lo que has de hacer, paso por paso. Así las comidas siempre te salen buenas.
Luego si tu eres masterchef, como mi suegra, pues ya haces virguerías con eso, te creas tus propias recetas… pero te sirve desde un primer momento, aunque no tengas ni idea de cocinar.
El espíritu de la thermomix ha trascendido mi cocina y ha llegado hasta lo más profundo de mi ser, incluso a la concepción de mi negocio.
Cuando explico cualquier actividad científica siempre tengo presente hacer protocolos claros como los de la thermomix, para que aunque no tengas ni idea de ciencia, puedas hacer una receta sabrosona.
Es decir, que si quieres hacer actividades de ciencia en clase pero te sientes insegur@, no sabes ni por donde empezar o te vendría bien un caminico para ahorrarte trabajo, amiguet@, el espíritu thermomix, te va a venir de lujo.
Así es en Haz tu propio microscopio: instrucciones claras y concisas para hacer un microscopio en clase.
Se compra aquí:
Un abrazo
Txus, veterinaria científica y cocinera a ratos.
PD, Aquí tienes la receta de las natillas de la Thermomix. Salen buenísimas. Verás que no miento porque el libro está muy usado.