En el Londres del siglo XVII nació una de las primeras sociedades científicas, la Royal Society, a la que han pertenecido grandes investigadores a lo largo de la historia, como Isaac Newton, o Louis Pasteur, Ramón y Cajal o Stephen Hawking.
Para hacer este curso he investigado bastante sobre ella, porque sus primeros años coincidieron con la invención del microscopio.
Y se llevaban unas movidas entre los investigadores dignas de hacer con ellas un pedazo de culebrón. Muy divertidas. Ya está tardando Netflix en hacer una serie con ellas.
Además, fue una época de gran ebullición intelectual en la que se gestaron grandes teorías y se nació lo que hoy conocemos como método científico.
Y una de las cosas que les llevaba loquitos era un aparato que se había inventado un holandés (Leewenhoek) con el que podían ver las cosas chiquitajas, grandes, lo que viene a ser un microscopio, vaya.
Este señor cogía todo lo que se le ponía por delante y lo miraba con este aparato. Y a eso dedicó su vida.
Luego escribía y detallaba pormenorizadamente todas sus observaciones y las mandaba a la Royal Society, donde este grupo de sabios flipaba con sus descripciones.
Otro de esos miembros era Robert Hooke, que entre otras mil cosas, tenía también microscopio. Y resulta que se le ocurrió observar un trozo de corcho en lonchitas finas.
Y vió que estaba formado por unas cavidades que le recordaban a los panales de abejas o a las celdas donde vivían los monjes y les llamó células.
No sabía el porqué de estas estructuras. No sabía para que servían. Pero eran la mar de geométricas. Y molaban.
Las células de la cebolla también lo son.
Y si tú haces un microscopio con tus manos y empiezas a mirar con él todo lo que se ponga por delante, te sientes un poco como si fueras uno de estos descubridores.
No me digas que no es una forma vivencial llevar la ciencia a tu clase.
En este curso, o proyecto, situación de aprendizaje o como quieras llamarlo te enseño como meterte en ese espíritu de la época.
Y hasta el domingo a las 12 de la noche te cuento como ver la células de la cebolla. Y sentirte un poco así, como se sintió Hooke hace 400 años.
Un abrazo
Txus.