Cubos de rubik
Mi hijo es un crack de los cubos de rubik.
El “normalito”, ese que yo no he pasado de hacer una cara con contornos, afirma que es capaz de hacerlo en 34 segundos (es su record personal)
El caso es que tiene unos 26 tipos diferentes y el otro día le pregunté si había conseguido resolverlos todos.
Me dijo que sí, pero un poco avergonzado confesó que había mirado tutoriales para hacerlo.
Cuando yo era pequeña también jugábamos en los recreos con el modelo básico y podías aprender de alguien que te explicara como hacerlo.
Si eras un/a freaky de narices igual hasta te podías comprar una revista o un libro de cubos de rubik.
O darle mil vueltas hasta llegar al algoritmo correcto.
Pero las fuentes a las que podías acceder paraban ahí.
Hoy en día mi hijo puede acceder a los tutoriales del friky mayor de la pelota del mundo que cuelga orgulloso en internet, simplemente sacando un aparato rectangular de su bolsillo.
El reto es probablemente buscar las fuentes correctas, saber experimentarlas y combinarlas de manera adecuada. Mi hijo ha sabido utilizar los medios que tiene a su alcance para resolver un problema que es de su interés.
¿Es menos listo por eso? pues no, es un crack.
Lo difícil de esta historia es adaptar los métodos de enseñanza a la realidad de las nuevas generaciones.
Por eso la LOMLOE habla de situaciones de aprendizaje. Contextualizar los conocimientos en situaciones de interés para el alumnado y en ese camino enseñar lo que antes se hacía con un libro.
Pero claro, la transición del libro a las situaciones de aprendizaje no es sencilla.
Hay que echarle imaginación y tener mil factores en cuenta, en medio de la vorágine diaria que nadie te quita.
Si no se te ocurre ninguna, aquí tienes un par :
Un abrazo
Txus, veterinaria científica pero con penosa visión espacial.